Es la tendencia humana a buscar justificaciones (excusas) a una conducta tóxica en lugar de buscar soluciones o aprendizajes.

El problema del «Esqueísmo» o de esa sucesión de «Es que…», «Es que…» y «Es que…» que nos impide actuar y nos aleja de ser quienes queremos ser es que, damos una veracidad y una credibilidad a todo lo que nace de nuestro cerebro basada en la supuesta autenticidad, es decir, nos creemos a nuestra voz interna, a la voz de nuestros pensamientos porque pensamos que somos realmente nosotros los que hablamos.

¿Por qué ponemos tantos pretextos?

En el esqueismo, la parte emocional del cerebro intenta convencer a la parte racional. De alguna manera la parte emocional se convierte en una especie de niño interior, una vocecita que no para de inventar excusas al punto de terminar creyéndolas y dejando de lado la racionalidad. Así, los “es que…” se convierten en pensamientos boicoteadores y las excusas se vuelven cada vez más frecuentes al punto de terminar dominando tu vida, no solo a nivel interno, sino social.

La gente tiene necesidad de creer que su actitudes, creencias y comportamientos son coherentes entre sí, evitando que estos elementos se conviertan en un desastre. Cuando hay inestabilidad entre ellos, el conflicto conduce a una falta de armonía en las ideas, lo que genera malestar, y eso a tu cerebro no le gusta, ya que se inicia una lucha entre la parte emocional, (la que quiere hacer lo que quiere), para convencer a la parte racional. (el que toma las decisiones).

Las excusas aparecen en la mente al tratar de convencer a la razón, ya que el cerebro no puede funcionar con esa desunión. La razón termina convenciéndose de lo que le decía la emoción y hace suyos estos pretextos.

Veámoslo con este ejemplo: Imagina que te levantas una mañana con el propósito de comer sano y ese día vas a comer con tus compañeros a un restaurante con bufet libre…Cuando llegas allí y ves las pastas, el arroz, las papas fritas y los postres, empiezas a pensar que vas a elegir lo que más te apetezca y empiezas a ponerte excusas: «Es que total por un día», «Es que es la primera vez que vengo y quiero probarlo», «Es que todos cogen de todo y no voy a ser yo la rara»… Tu parte emocional del cerebro (la de las excusas y la que quiere hacer lo que le apetece) intenta convencer a la parte racional que es en realidad la que ya había tomado la decisión volitiva de comer sano. De alguna manera esa parte emocional se convierte en una especie de niño interior, que no para de recitar las excusas y llega un punto en el que, si la parte emocional convence a la racional, acabaremos haciendo lo que dice la emocional pues la mente no puede estar en disonancia, es decir, está programada para romper la llamada disonancia cognitiva y así la parte racional convierte las excusas y las justificaciones en argumentos del tipo: «Es verdad que un día es un día, es cierto que nunca he venido antes y es cierto que no quiero que piensen que soy rara por comer solo lo sano». ¿El resultado en el caso del bufet libre? Que te acabas creyendo tus propias excusas.

¿Es lo mismo «querer» que «desear»?

Y ahora viene la pregunta. Entonces, en el ejemplo anterior, ¿hemos hecho mal en hacer lo que queríamos? Matizando, en realidad no hemos hecho lo que queríamos (Comer sano) sino lo que más nos apetecía (Comer pastas, arroz, papas fritas y postres, por ejemplo). El matiz está en que podemos combatir esas excusas que parecen dominar nuestra mente y que, desde el punto de vista conductual, la solución está en que para hacer «Lo que quiero» y no «Lo que me apetece» se requiere disciplina. Pero lo habitual es que entendamos este concepto, el de disciplina, de una forma disciplina. Incluso, nos viene a la mente sin querer la imagen de un profesor con una vara de madera golpeando la mano de un alumno cuando se equivoca. Pero lo cierto es que, la disciplina tiene que ver con el amor propio: «Disciplina es quererse, es la parte de nosotros que trabaja para cuidarse y para lograr lo que se pretende sin dejarse llevar por los impulsos inmediatos ni por lo que nos apetece».

El deseo y la felicidad son incompatibles. «El deseo es esa parte cortoplacista que nos invita a hacer lo que nos apetece, pero muchas veces eso que nos apetece que es incompatible con lo que queremos y, además, solemos confundirlo». Así, los «Es que», los pensamientos boicoteadores y las excusas, se agarran siempre a lo que nos apetece y procuran convencer a la mente racional diciéndole cosas como «Nunca hago lo que quiero». Esto se refiere a la necesidad de no confundir lo que nos apetece con lo que queremos. Volvemos así a la disciplina entendida como amor propio, esa que nos permite proteger lo que amamos, lo que queremos, lo que quieres ser y en lo que te quieres convertir.

Por tanto, frente a la amenaza del «Síndrome del esqueísmo» tenemos dos opciones, Una es, aceptar que lo que estamos haciendo es ponernos excusas para no hacer lo que realmente queremos y aprender de ello. «Esto es doloroso a corto plazo pero beneficioso en el largo plazo». Y la otra es dejarnos llevar por el esqueísmo poniendo excusas que nos eliminen el malestar y que nos hagan creernos nuestras propias mentiras para sentirnos mejor en el corto plazo con nosotros mismos o frente a otros. ¿Qué opción crees que te hará feliz?.

Cómo luchar con las Excusas

Sé sincero contigo mismo. Aceptar que lo que estamos haciendo es poner excusas para no hacer lo que realmente debemos y poder aprender de ello. Esto es difícil y doloroso al principio, pero en gran medida beneficio a la larga.

Ser congruente. Por la salud integral de las personas, la verdad es saludable. La frontera entre «esqueísmo» y mitomanía es muy delgada. Las pequeñas mentiras diarias pueden hacer que el día a día parezca un poco más llevadero, pero es un camino engañoso que no te llevará a conseguir tus objetivos.

Ser disciplinado. No confundas lo que anhelas con lo que realmente anhelas. Así que volvemos a disciplina entendido como amor propio, aquel que nos permite proteger lo que amamos, lo que queremos, lo que quieres ser y lo que quieres llegar a ser.

Ser cauteloso. Escucha tus «esques» y pon atención en lo que le dices a la gente, porque se hacen falsas excusas o motivaciones simuladas para los demás, y el proceso de creerlas tú mismo, es el requisito para que los demás las crean.

Se honesto. Lo primero que debes saber es que una excusa no es más que una mentira. Cuantas más excusas pongas, más fácil te resultará seguir haciéndolo.

Genera un hábito. Ser constante y establecer un plan de rutinas es esencial para que cada vez resulte más sencillo, hasta llegar el momento en que este totalmente integrado en tu manera de procesar la realidad.

¿Tal vez sufres del síndrome de esqueísmo y no lo sabes🧐?
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