“El mono siempre tira a otro sitio, otro lugar, otra situación vital. Al ver que ahí no está la felicidad que busca, irá a un nuevo sitio, con el problema constante de que siempre está buscando en el sitio equivocado” (Rafael Santandreu, Psicólogo)
Esa sensación de saltar de un pensamiento a otro y otro, y otro, y otro, y otro más, es la Mente de Mono.
Tener multitud de pensamientos es normal. Es el trabajo de la mente. Todos estamos biológicamente predispuestos a pensar acerca de las experiencias pasadas, la realidad presente y las posibilidades futuras. La mente piensa sin cesar, llegando a generar hasta 90.000 pensamientos al día.
¿Qué es la mente de mono?
El pensamiento descontrolado, sin embargo, no es el estado natural de la mente. Podemos decir que es un extravío de nuestra tendencia natural al pensamiento.
La Mente de Mono aparece cuando nuestra capacidad de atención está debilitada, es decir, carecemos de la pericia apropiada para centrarnos en una cosa y mantener la concentración en ella.
La capacidad que nuestra mente tiene de crear nuevos pensamientos es fabulosa, pero nuestra capacidad de mantenernos enfocados en cada uno de esos pensamientos suele ser escasa y limitada.
Y la causa se encuentra en esa forma de energía mental llamada atención.
Mientras que generar pensamientos no supone ningún esfuerzo, la habilidad de prestar atención a esas emanaciones mentales sí requiere de un esfuerzo consciente; sin nuestra participación intencional y voluntaria, la mente saltará desbocada de pensamiento en pensamiento arrastrando nuestra atención.
¿Cómo controlar a la mente inquieta?
1- Deshecha lo innecesario:
Reconoce los pesos innecesarios que llevas arrastrando en tu vida (personas, tareas, responsabilidades, etc). Una vez consigas eliminar esa carga, podrás empezar a sentir alivio. Entender que a veces “menos es más”.
2- Apaga el ruido mental:
El ayer ya no está. El pasado no se puede modificar y el futuro aún no existe. Así pues, centra toda tu atención en el aquí y ahora. Detente un instante y toma aire. Oxigena tu mente y permítete estar conectado con el presente.
3- Construye muros protectores:
Impide que accedan a tu mente inquieta las preocupaciones ajenas o los intereses de quienes te rodean. Permite la entrada de todo lo que te aporte y te sume a tu bienestar y estado en calma.
4- Silencio reparador:
El tiempo que puedas, pero recuerda encontrar un hueco para estar en silencio absoluto y presta atención máxima al silencio.
5- Cultiva la gratitud:
Dar las gracias y aceptar el agradecimiento que recibimos son máximas para estar en equilibrio. Es una gran oportunidad para tomar conciencia de lo bueno que nos rodea.
6- Meditación:
Reduce el ajetreo incesante de la mente y fortalece nuestra atención. Nos ayuda a administrar conscientemente nuestra atención. Así, cuando la mente nos quiera llevar a todos esos pensamientos, nosotros podremos ser quienes decidan si queremos ir ahí o no.
“La mente humana es una mente distraída, y una mente distraída es una mente infeliz”. Killingsworth y Gilbert
Meditación: primeros pasos
Para aprender un poco a aquietar “la mente del mono” podemos seguir los siguientes pasos:
- Sentaros en el suelo o en una silla (donde estemos más cómodos).
- Espalda recta y barbilla ligeramente hacia abajo.
- Manos sobre las piernas.
- Dejamos los ojos casi cerrados.
- Respiramos profundamente varias veces relajando el cuerpo.
- Dejamos de respirar de forma voluntaria y prestamos atención al movimiento abdominal.
- Después de unos minutos, llevamos la atención a la entrada y salida del aire por la nariz. Nos centramos en un punto concreto y con cada ciclo de respiración contamos de 1 al 10. Cuando llegamos al 10 dejamos de contar unos segundos y volvemos a empezar.
Puntos a tener en cuenta:
- Poner una alama. Es necesario controlar el tiempo de meditación. Empezar por 10-15 minutos e ir ampliando hasta unos 30.
- No juzgar los pensamientos ni para bien ni para mal. Observarlos y dejarlos pasar.
- Estar en un lugar silencioso y tranquilo. Al menos cuando empezamos a aprender a meditar.